LEONARDO SENKMAN, compilador: Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1989.
Más de una vez me dijo un gran rabino argentino: "La tarea nuestra no es erradicar el antisemitismo; esto sería imposible. El desafío es contenerlo, tratar de establecer límites que sean, entre comillas, aceptables" Aun antes de la primera ola de inmigración judía a la Argentina - hasta 1881 había sólo un puñado de judíos, casi todos asimilados y casados por la iglesia - el antisemitismo existía como corriente popular. Ya en los 70, el judío fue caricaturizado en la prensa como sanguijuela, insecto venenoso y parásito poderoso.
Siempre se ha dicho: "Tiene que haber judíos para que florezca el antisemitismo", mas la historia argentina refuta esta máxima.
En la Argentina contemporánea - donde vive actualmente la colectividad judía más numerosa de toda América Latina - el antisemitismo ha sido un fenómeno endémico y sumamente complicado: un judío no puede ser Presidente de la República, pues para ello se debe ser católico, pero sí canciller del gobierno; es muy raro encontrar un judío entre los altos rangos militares, pero en los ámbitos culturales (periodismo y letras, teatro y bellas artes, filosofía y pensamiento) su presencia es muy fuerte. Al Iddishkeit la Argentina ofreció espacio en el sur; a los ex nazis, un refugio seguro. Como todo lo que concierne a la Argentina, el antisemitismo está lleno de paradojas, contradicciones y malentendidos. Demistificar su historia, comprender sus "altos" y "bajos", y desenredar sus lazos con una cultura de represión supone un trabajo de gran envergadura.
Dentro de este marco, El antisemitismo en la Argentina es una obra de gran importancia. El libro constituye una compilación de siete estudios pioneros, enriquecido por un apéndice de documentos, testimonios, defensas y réplicas de líderes y protagonistas comunitarios. Los estudios, como el apéndice, han sido corregidos y aumentados para esta segunda edición.
El enfoque principal del libro es el antisemitismo durante la última dictadura (1976-83). Cuatro de los siete estudios, además del apéndice, se ocupan del tema. Este conjunto de trabajos está bien contextualizado por las otras investigaciones, lo cual es importante señalar ya que "la guerra sucia" ha recibido demasiada atención como fenómeno aislado. El libro compilado por Senkman es, sobretodo, coherente, estableciendo un verdadero diálogo entre los textos escogidos.
"Un lugar muy común es la creencia de que en Argentina el antisemitismo afloró, se expandió y tuvo su mayor campo de manifestación bajo los regímenes autoritarios y militares exclusivamente': Con esta frase provocativa abre el primer y mayor de los estudios del libro (de Senkman), el cual consiste en un análisis comparativo de dos experiencias democráticas: 1959-66 (Frondizi, Illia, con el interregno de Guido) y 1973-76 (Perón e Isabel). Puesto que las actividades de López-Rega y su Triple-A son las más conocidas, en esta reseña nos centramos en la primera parte de la rica presentación de Senkman.
Durante el primer período hubo dos crisis económicas (1959 y 1962), y ambas provocaron grandes brotes antisemitas. Sin embargo, las tensiones económicas no fueron las únicas causas: se dio el secuestro y juicio de Eichmann y su posterior ejecución en Israel; se impulsó la campaña "antisionista" de la Liga Arabe. Y, a pesar de ser un país de inmigrantes, la Argentina siempre ha tenido gran miedo del "otro", una sospecha permanente, que se manifiesta en tiempos de incertidumbre. La ola de atentados antisemitas culminó con el secuestro y el tatuaje brutal de la estudiante Graciela Sirota. La comunidad judía reaccionó con un paro laboral que afectó la economía y sentó un nuevo precedente irguiéndose en una denuncia antinazi: los negocios y las fábricas que tomaron parte fijaron carteles con la leyenda "Cerrado en protesta contra las agresiones nazis en la Argentina".
Según establece claramente este estudio, el antisemitismo fue utilizado como arma política por los grupos que buscaban desestabilizar los gobiernos constitucionales de Frondizi e Illia y derrotar la democracia tout court. Mas los gobiernos constitucionales tardaron demasiado en percatarse de ello. Intentando sobrellevar las crisis económicas y aplacar la concomitante inquietud social, estos regímenes democráticos concertaron una suerte de pacto con el diablo, permitiendo la libre acción de las bandas antisemitas en un esfuerzo por frenar los movimientos de protesta popular (sindicales, estudiantiles, culturales). La impunidad ofrecida a los grupos antisemitas derivaba también del antiperonismo de los frondicistas y radicales, empeñados en apabullar la posibilidad de un ascenso revolucionario. Tal como se demuestra, la gran mayoría de las actividades antijudías de ese momento provinieron de las clases populares, fuertemente peronistas y nacionalistas.
Frente a todo, la respuesta de la DAIA en 1962 fue clara, contundente y planificada. Defendió a los judíos como colectividad y como individuos en peligro. En lugar de impulsar medidas represivas (y uno puede imaginar que la tentación era grande), las declaraciones oficiales defendieron `La democracia y sus lagunas" En este sentido, se puede decir que la DAIA fue más perspicaz que el gobierno. Su lema - "Empiezan con los judíos y terminan con la democracia" - buscaba la solidaridad de sectores no judíos (intelectuales, sindicatos, partidos políticos e, inclusive vejaciones de la Iglesia) que también militaban por la democracia pluralista y contra el autoritarismo. Senkman establece un punto clave: en la Argentina, el antisemitismo ha sido utilizado no sólo contra los judíos, sino también contra la democracia en todas sus formas, y con la complicidad de gobiernos democráticos.
"No existe una filosofía del nacionalismo argentino que sea aceptada generalmente", sostiene Natan Lerner en Las raíces ideológicas del antisemitismo en la Argentina y el nacionalismo. Según el autor, no existe el nacionalismo argentino autóctono. Son las ideologías derechistas francesa, fascista, falangista y nazi las que han influido en el crecimiento y las manifestaciones del nacionalismo y el antisemitismo argentinos. Los primeros nacionalistas argentinos volvían la mirada hacia afuera y atrás, en dirección a España; soñaban con "la restauración del orden católico e hispano", que implicaba jerarquía, autoridad y aristocracia.
La segunda gran influencia en el nacionalismo argentino vino de Francia, de las corrientes que se oponían a la Ilustración, el racionalismo y, por supuesto, todo lo concerniente a la Revolución Francesa. En este siglo, la figura francesa de mayor influencia fue Charles Maurras, el principal ideólogo del régimen de Vichy. Para Maurras y su círculo, "el judío" es más que nada un código, un signo. Un "ideograma", dice Lerner, para todo lo "podrido, extranjero, democrático, libertario, anticlerical, antimilitarista y marxista" (citado por Lerner, p. 200). Los franceses de esta corriente no proponían la inferioridad racial o biológica del judío, como hicieran los nazis, sino que destacaban su posición diferente: déraciné y, por lo tanto, peligroso - la prueba decisiva, Dreyfus. Lerner sostiene que el origen social de los nacionalistas argentinos se encuentra en las clases más altas de la sociedad (lo que no impide la participación de otros sectores). Su conclusión es que el énfasis sobre una élite de mando, fuerte y vigorosa, con el poder de seducir a las masas, conlleva a la ideología del líder, que a su vez conlleva al fascismo. De este modo, el antisemitismo es una expresión del autoritarismo.
Como expresión de autoritarismo antisemita, la revista Cabildo casi no tiene paralelos. Este notorio mensual católico es el tema del estudio de Carlos Weisman. Una de las pocas revistas políticas autorizadas por el régimen militar de 1976-83, Cabildo fue brevemente suspendida en 1977, ocasionando una protesta internacional que incluyó notas en The New York Times, Le Monde y Time. Siempre antidemocrática y antijudía, Cabildo tuvo la osadía de lanzar violentas diatribas culpando a los judíos de la actividad guerrillera. "La primera tarea del político, su primer deber, es detectar al enemigo", abría el editorial del número que provocó la suspensión de la revista (citado por Waisman, p. 215). Con frecuencia, Cabildo publicó listas de judíos - verdaderos y presuntos - no sólo de la Argentina sino también de Chile, Brasil y Estados Unidos. En protesta a su política de derechos humanos, Cabildo bautizó a Jimmy Carter como "Carter Braunstein".
En su análisis de la ideología de la revista, Waisman la ubica en la corriente de la "vieja derecha". Frases como "Nosotros los hispanos-argentinos" abundan en Cabildo. La inmigración se describe en términos de "transformación incontrolada y trágica" (citado por Waisman, p. 213). El estudio del mensual se concentra en las tensiones ligadas al esfuerzo de mantener un concepto del mundo anacrónico, las implicancias ', de la declinación de la Argentina en el mercado internacional, y los temores', de los dirigentes de la revista con respecto a los cambios sociales y estructurales dentro del país. Cabe señalar que, en 1980, Cabildo se vendía más que cualquier otra publicación política y, si bien perdió su preeminencia con la restauración de la democracia, aún tiene predicamento en ciertos círculos.
La investigación de Edy Kaufman y Beatriz Cymberknopf representa un primer paso hacia un estudio más elaborado de la dimensión antisemita durante la última dictadura militar. Como dicen los autores, su trabajo tiene carácter descriptivo y no ofrece conclusiones "escritas en piedra". Basado en lecturas minuciosas de testimonios recogidos por la CONADEP, Amnesty International y la Anti-Defamation League de B'nai Brith, entre otros, este trabajo constituye la primera recopilación de dichos materiales.
Se insinúan diversas hipótesis: 1) la prevalencia de antisemitismo en el ambiente militar parece haber influido el alcance del mismo en todo el aparato represivo; 2) el matrato de judíos fue más intenso en la Argentina que en otros regímenes del Cono Sur; 3) los testimonios documentan las influencias de la extrema derecha católica, el fascismo, nazismo y antisionismo en las cúpulas del poder; 4) parece que, proporcionalmente, hubo un gran porcentaje de judíos entre las víctimas de la represión y ello se debe a una percepción exagerada del involucramiento de los judíos en las actividades contra el régimen militar. Los autores siguen trabajando y aguardamos los frutos de la continuación de sus esfuerzos.
Los trabajos de Ignacio Klich y Javier Simonovich intentan focalizar el pensamiento y la actuación de los organismos comunitarios, sobretodo la DAIA, bajo la última dictadura. Ambos constituyen estudios preliminares (el de Simonovich forma parte de su tesis de maestría). Klich ha analizado los documentos de la DAIA, en particular el Informe especial sobre detenidos y desaparecidos judíos 1976-1983, y se ha entrevistado con informantes y protagonistas como Marshall Meyer, Roberto Graetz, Paul Warszawski, Roberto Cox, Herman Shiller y Santiago Kovadloff. Sus conclusiones preliminares sobre este período aciago son: 1) el Informe especial publicado en 1984 por la DAIA exagera la actuación del organismo contra el régimen terrorista; 2) dadas las diferencias entre la situación en Argentina en los años 70 y la de Alemania en los 30, las acusaciones de Judenrat contra la DAIA no tienen mérito; 3) la DAIA reconoce no haber actuado en defensa de todos los judíos desaparecidos, en cautiverio o en peligro; es decir, hizo una selección entre los casos pendientes; 4) la DAIA obstruyó a organismos judíos del exterior que querían intervenir en favor de los judíos argentinos; 5) a pesar de que la DAIA merece ser criticada, hay que tener en cuenta la actuación - o, mejor dicho, el silencio - del resto de la sociedad argentina durante el Proceso.
Como ha dicho Klich, queda mucho por hacer sobre este capítulo del Proceso. Existen documentos que permanecen inaccesibles en los archivos de las organizaciones judías en el extranjero, del gobierno israelí, del gobierno argentino, de la DAIA, la CONADEP e incluso de las propias familias involucradas. Dentro de este marco, el apéndice documental cobra gran importancia. Entren otros documentos, recoge extractos del Informe especial sobre detenidos y desaparecidos judíos y la "Réplica al Informe" escrita por familiares de los desaparecidos. Esta confrontación documental transmite al lector la desesperación experimentada por los padres de hijos desaparecidos y su furia ante la sospecha, la frialdad y la mala fe del liderazgo de la DAIA.
El antisemitismo en la Argentina es un volumen indispensable. Nos ayuda a comprender las dinámicas distorsionantes del antisemitismo en el país y, más allá de eso, ofrece un penetrante examen de la Argentina, su sociedad y regímenes políticos.
Estimado Leonardo:
Gracias por tu respuesta solidaria. No alcanzas a entender el silencio de las instituciones comunitarias. Intento analizarlo en el artículo “Metáfora del Silencio” y te acompaño el artículo de Stern. Tampoco entiendo y me refugio en nuestra historia o en el cine. No se si viste la última película de Costa Gavras “Amen, Amen” . Ilustra sobre “la banalidad del mal” y la pasividad de nuestra dirigencia. Te envío las dos cartas que el Centro Wiessenthal remitió a la Universidad de Congreso. ¿Como se explica este cambio en 24 hs.
Este es un dato real, el presidente de Wiessenthal está asociado en Canal 9 con Haddad (que es decir Vila, Manzano).
Meller una de las grandes corporaciones, está asociado con Manzano y es auditado por el presidente de DAIA. Hemos enviado nuestro caso a entidades internacionales de Derechos Humanos y seguramente DAIA contesta que mi problema es comercial y bloquea toda investigación. Verbitsky analizó el tema Meller hace un par de semanas. Y lo viene haciendo desde “Robo para la Corona”.
La tríada- comunicadores, empresarios y políticos- hacen a un proyecto fascista, que de pronto se expresa con manifestaciones nazis y antisemitas: ej. Moneta y Cia centrados en la Universidad de Congreso agravió a periodistas judíos como Verbitsky, Tenembaum y Zlotogwiazda como “judíos que persiguen a católicos” y la aparición hasta ahora impune de “Mein Kampf” . Pienso que para querellarlos en serio hace falta el apoyo de alguna institución internacional que asuma profundizar estos hechos.
¡Que bueno sería que lo analizara Leonardo Senkman y que aparezca en tu agenda el “Affaire Universidad de Congreso”!
Te adjunto cartas de Wiessenthal, mi primer denuncia ante la comisión de DDHH del Congreso de la Nación el 26 de agosto de 1999, allí menciono Guardia de Hierro cuyos creadores fueron Mazzón y Manzano- no se investigó nada-, querella penal que con el patrocinio de Ricardo Monner Sans presentamos en septiembre del 2000 ante la justicia mendocina. También te adjunto “El huevo de la serpiente” un escrito de agosto de 1999 y entrevista a Ricardo Monner Sans. Espero no abrumarte con tantas evidencias